domingo, 31 de marzo de 2013

25 PROVA QUE VALENCIÀ I CATALÀ SON DISTINTS

PRUEBA Nº 25: Las jarchas en valenciano, dos siglos antes de la llegada de Jaime I.


(fotografía) Albufera significa, según su origen árabe al-buhayra, el marecito el pequeño mar. En algunos poemas árabes se le denomina Espejo del Sol, término que ya da una idea aproximada de la belleza y el romanticismo que caracteriza a este paraje.

LA POESÍA EN LENGUA VALENCIANA ANTES DE LA LLEGADA DE JAIME I. EL POETA ABÚ ISA IBN, REY DE LA TAIFA DE MURVIEDRO (SAGUNTO), DOS SIGLOS ANTES DE LA CONQUISTA DE VALENCIA.
  
¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio?

En la prueba anterior llamábamos la atención para retener el dato de que en el Reino de Valencia se hablaba lengua valenciana antes de la llegada de Jaime I en 1238 gracias a los cristianos bajo dominio musulmán que en número de 60.000 vivían en nuestro territorio. Pero no sólo hablaban la lengua valenciana los mozárabes, sino que muchos poetas árabes la hablaban y la escribían. Vimos el ejemplo de las jarchas como expresión literaria en valenciano prejaimino.

Esta serie de pruebas comenzó en su día con la lectura de esta poesía mora y uno de los poemas y jarchas en romance valenciano que mencionábamos era del poeta árabe Abú Isa Ibn, Rey de la Taifa de Murviedro (hoy Sagunto), nada menos que 150 años antes de la conquista del Reino de Valencia por Jaime I. Como veréis no está escrita en árabe sino en valenciano antiguo, el que hablaban los cristianos bajo el poder musulmán y los propios musulmanes. Esa lengua, 150 años antes de la llegada de Jaime I con los supuestos “catalanes” que nos iban a enseñar el “catalán”, no era otra que el romance valenciano o lengua valenciana y que Jaime I y sus huestes aragonesas y franco-catalanas (Cataluña aún no existía como tal y pertenecería a Francia hasta el 1258, 20 años después de la conquista de Valencia) se encontraron como lengua vehicular de uso generalizado en la sociedad valenciana.

¡Ay mamá, meu al habib
vay-se e no més tornarad,
Gar ¿qué faré yo, mamá:
¿no un bezyêllo lleixarad?  
             (valenciano siglo XI)        Abú Isa Ibn,, señor de Morvedre -  2ª mitad del siglo XI

¡Ai mama el meu amat    
se'n va i mai mes tornarà     
Digues ¿qué faré yo, mama?:
¿ni un beset me deixarà?      
                            (valenciano actual)      
      
De origen muladí, Abú Isa Ibn,  fue un piadoso alfaquí de una familia de funcionarios de al-Ma'mun de Toledo. En 1086 recibió del Rey de la Taifa de Valencia al-Qadir el gobierno de la ciudad, pero lo abandonó ese mismo año y se trasladó a la fortaleza de Murviedro, en la que pudo declararse independiente gracias a la debilidad de las taifas que aún sobrevivían en el último cuarto del a. XI. En 1088 se acogió a la soberanía de Mundir Ibn Hud de Denia y Lleida, pero su protección no fue suficiente para evitar el intervencionismo del Cid, y Abú Isa Ibn se vio obligado a pagar cuantiosas parias a Rodrigo de Vivar. En noviembre de 1092 Abú Isa Ibn cedió el castillo de Murviedro a Abd al-Malik Ibn Hudayl de Albarracín, como único modo de negarse a cumplir la orden del Cid dirigida a los alcaides de los castillos dependientes de Valencia, de abastecer a las tropas cristianas que marchaban hacia la ciudad del Turia. Abú Isa Ibn se instaló con su familia en Santa María de Abén Razin bajo la protección de Abd al-Malik.

Como hemos visto con anterioridad, el Historiador Aguado Blaye  afirma que: “Los mozárabes emplearon el latín en sus libros y escritos; pero en el uso diario hablaban una lengua romance que no se escribía pero que era de uso general en los siglos IX y X”.

A ello, J. Ribera añade que  también los musulmanes valencianos emplearon en su vida familiar la lengua romance antes de la conquista del rey D. Jaime.  Ribera  confirma que "se habló durante los varios siglos de su dominación por los propios muslimes un dialecto romance. Se sabe de modo indudable que en la región de Valencia se habló ese romance, del que quedan huellas no sólo en libros arábigos, sino también en la nomenclatura geográfica de la región. Para explicarse bien esa nomenclatura hace falta conocer el latín vulgar valenciano que usaron los moros".

Así, los poetas moros valencianos del siglo X y XI se anticiparon a la primitiva  “Cantiga” gallego-portuguesa y al primer trovador provenzal, Guillem de Poitiers que vivió entre el año 1071 y 1127.

Los poetas árabes valencianos constituyeron una verdadera escuela propia donde su poesía, tanto en árabe como en mozárabe o lengua valenciana, tuvo su máximo esplendor en los siglos XI y XII.  Entre otros,  Ibn Darráy al-Qastallí, Ibn al-Labbana de Denia, Ibn al-YamanT, Abü-I-Walid Hissam, Ibn Ahmad AI-KinanTal-Waquasi, Abü Salt, Ibn García, Abü Abd-Allah ibn Aixa, Ibn Halsa, Ibn Jafaya de Alcira, Ibn al-BinnT o Ibn al-BattT, Ibn Tahir, Ibn Ruhaim, Ibn al-Zaqqaq, Ibn Mujdar, AI-RusafT, Abü Yafar al-Waqqaci, Abü yafar Ibn Atiq, Abü-La-Qasim Abd-al-Rahman ibn Jarsus, Abü-I-Hasan 'AlT Ibn Sad Al Jair, Abü 'AlT al-Husayn al-Naxxar, Ibn al-ArabTde Murcia, Ibn Marj al-Kuhl, Abü-I.MunsafT, 'AlT Ibn Hariq, Ibn Talha, Ibn Amira y Ibn al-Abbar.

El Catedrático de Historia y experto mozarabista español, Leopoldo Peñaroja, escribía en 1992: “…bajo la superficie, nubladamente reconstruida de estas Jarchas, hay un intenso contenido poético por su compositor; y un mundo románico indígena, solo pálidamente reflejado en el poema. Las Jarchas se convierten, así, en síntoma y en cristal a través del cual es posible penetrar la interioridad de la civilización románica del Al-Andalus”.

Peñarroja, en su libro “El mozárabe en Valencia” (Editorial Gredos 1990):  “la lengua romance de los mozárabes y de los musulmanes de Valencia, la que debió de oír el Rey Jaime I cuando puso pié en la Valencia de 1238 no era la que, partiendo de las bases insuficientes, imagina Sanchis Guarner” (el catalán y que algún despistado discípulo reafirma contra toda evidencia). Para el profesor Peñarroja “la conclusión es clara:…hoy por hoy, la teoría que interpreta el valenciano como el producto de una repoblación catala­na no es históricamente demostra­ble. Es una opinión, no un conocimiento científico”.

Todos los poetas moros de la época pre-cristiana eran perfectos conocedores, como queda demostrado, de la música y de la poesía romance popular valenciana hablada por los cristianos y que muchos de ellos incorporaron a sus obras. Otros, con la llegada de Jaime I, decidieron emigrar a tierras de gobierno musulmán, como ocurrió con el
famoso Ibn Al- Abbar, uno de los primeros desterrados que, hasta su muerte en su exilio de Túnez, en 1260, lloró en toda su obra poética «a la patria perdida, a la magnificencia de la tierra, de las gentes y de la vida en su Valencia-ÔBalansiyyaŽ».

viernes, 29 de marzo de 2013

24 PROVA QUE VALENCIÀ I CATALÀ SON DISTINTS

PRUEBA Nº 24. La sociedad mozárabe habla valenciano.


LA SOCIEDAD MOZÁRABE CRISTIANA BAJO EL ISLAM HABLABA LA LENGUA VALENCIANA ANTES DE LA LLEGADA DE JAIME I.

¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio?

Resulta imprescindible retener el dato de que en el Reino de Valencia se hablaba lengua valenciana antes de la llegada de Jaime I en 1238 gracias a los cristianos bajo dominio musulmán que en número de 60.000 vivían en nuestro territorio. A la llegada de Jaime I la sociedad valenciana la componían 120.000  valencianos árabes, 60.000 mozárabes (cristianos) y 2.000 judíos. Los mozárabes valencianos fueron los que mantuvieron, a  lo largo de los 5 siglos de poder musulmán, todas sus tradiciones cristianas, su religión y la lengua propia que era el “romanç valencià” que empezó a cuajar como tal a finales del siglo IX.  A ello hay que añadir que la invasión almohade de Al-Ándalus a partir de mediados del siglo XII no extinguió de ninguna manera la población cristiana valenciana, como sostiene el catalanismo para fundamentar la pérdida total de la lengua valenciana.

El Historiador Aguado Blaye  afirma que: “Los mozárabes emplearon el latín en sus libros y escritos; pero en el uso diario hablaban una lengua romance que no se escribía pero que era de uso general en los siglos IX y X”.
Dice J. Ribera que: "Hay un hecho que salta a la vista. Cuando las huestes del Rey D. Jaime llegan a Valencia, se nota un fenómeno que sorprende algo: una gran parte de los nombres geográficos de los poblados de la huerta de Valencia son latinos, mejor dicho, romances...”.

También los musulmanes valencianos emplearon en su vida familiar la lengua romance, antes de la conquista del rey D. Jaime.  J. Ribera  confirma que puesto que conquistada y dominada por los árabes nuestra tierra, "Se habló durante los varios siglos de su dominación por los propios muslimes un dialecto romance. Se sabe de modo indudable que en la región de Valencia se habló ese romance, del que quedan huellas no sólo en libros arábigos, sino también en la nomenclatura geográfica de la región. Para explicarse bien esa nomenclatura hace falta conocer el latín vulgar valenciano que usaron los moros".

El 'romance valenciano' se seguía hablando en el siglo XII, lo mismo que a lo largo de todo el XIII, como testimonian los relativamente abundantes documentos que todavía se conservan...

El profesor y catedrático Mourelle de Lema, estima que siendo importante la teoría del Repartiment, no hay que centrarse sólo en él para demostrar que los catalanes no pudieron imponer su lengua, pues hay más de 14.000 documentos en archivos de la Corona de Aragón, todos ellos referidos al reinado de Jaime I, que seguro aportaran mucha luz al romance valenciano, como por ejemplo la Colección Diplomática de Jaime I, años 1217 a 1253. Mourelle de Lema subraya que cuando Jaime I se dirigía a los catalanes lo hacía en un romance provenzal y cuando hablaba o escribía a los valencianos lo hacía en romance valenciano.

En Valencia y Murcia Muhammad ibn Mardanis, más conocido como el Rey Lobo (1147-1172), se hizo pronto con el poder y consiguió resistir el empuje de los almohades hasta un año antes de su muerte (1171).
Según el Catedratico y Profesor Reinhart Dozy, “el Rey Lobo, Ibn-Mardanis, no desmentía su origen cristiano, sino que gustaba vestirse como los cristianos, sus vecinos; usaba las mismas armas, aparejaba los caballos del mismo modo y gustaba hablar y escribir su lengua, y fue nombrado en 1147 Rey de Valencia”. Existe documentación de este monarca en la Universidad del Cairo escrita en romance valenciano.

Su nombre completo era Abu ‘Abd Allah Muhammad b. Sa’d b. Mardanish. Su papel como monarca musulmán de Murcia y Valencia fue trascendente frente al intenso avance de los almohades en la Península e incluso entre los diferentes reinos cristianos.
Abu ‘Abd Allah Muhammad b. Sa’d b. Mardanish nació en Peñíscola entre los años 518-519/1124-1125. Según los estudios realizados por Dozy que posteriormente recoge Codera y Zaidín en su obra, procedía de una familia de origen hispano y cristiano que se convirtió con el tiempo al islamismo. Quizá esta circunstancia explique algunos de sus comportamientos. Vestía igual que los cristianos, portaba las mismas armas, e incluso su política estaba vinculada a los reyes cristianos, pagando un tributo anual a cambio de su protección. Este aspecto posee una gran relevancia dentro del ámbito andalusí, ya que, como señala Viguera Molins “(…) ejemplifica una tercera opción en el panorama andalusí: la del vasallaje a distancia de los cristianos, con alguna dependencia tributaria con éstos, pero conservando la autonomía política (que será la fórmula aplicada luego con éxito por el reino nazarí de Granada) (…)”.

Estamos, pues, a 50 años de la llegada de Jaime I y la presencia cristiana no sólo era determinante a nivel poblacional sino que, incluso, marcó la personalidad de su soberano el Rey Lobo que manteniendo muchas de sus tradiciones originales cristianas pese a su neoarabismo, hablaba lengua valenciana y mantenía un equilibrio social y religioso entre las diferentes creencias del reino moro valenciano.

Precisamente, el arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada, en su obra Historia Arabum alude a las intervenciones que realizaban en territorio musulmán el “rey Lobo” en defensa de los cristianos y contra la presión almohade: “(…) Erat autem inter Vandalos cismarinos uir prudentia preditus, liberalis, strenuus et benignus qui Mahomat Abençahat et rex Lupus postea fuit dictus. Hic optinuit regnum Valentie et regnum Murcie et que ad ea confi na pertinebant, Lorcam Vastam et Guadiex et loca plurima circa ista. Christiani eciam plurima ocupaban donecuinientes Almohades ab Affrica et Vandalia Almorauides extirparunt. Set quia de aduentu forum in Historia Gótica fuimos prosecuti, hic noluimus iterare”.

Otro dato que muestra que el cristianismo no sólo pervivió bajo el imperio musulmán sino que tenía una gran fuerza social con todas sus tradiciones y creencias nos la da el Papa Alexandre III que  le enviaría al Rey Lobo dos cartas para agradecerle el especial trato de favor que dispensaba a los cristianos mozárabes en sus territorios en 1167 (71 año antes de la conquista de Valencia) "cultores et iedeles Chistiquadam speciali praerogativa diligis et honar et eis familiaritalis gratiam nosceris non modicam exhibere".

Así pues, resultan del todo falsas las teorías catalanistas que fundamentan en la perdida de la sociedad cristiana la desaparición del romance valenciano antiguo, lo primero porque la vitalidad del cristianismo bajo el islam en Valencia está totalmente documentado, como hemos visto. Pero no sólo fueron los 60.000 mozárabes los que hablaban el “Romanç Valencià” sino que los 2.000 judíos y gran parte de la sociedad árabe, su aristocracia y soberanos, también compatibilizaban el uso de la lengua valenciana con el árabe lo que hacía que los poetas moros lo incorporaran siglos antes de la llegada de Jaime I a sus poemas y canciones, como es el ejemplo de la Jarchas valencianas que, pese a estar escritas en árabe, remataban sus estrofas finales (Moaxahas) en romance valenciano.

jueves, 28 de marzo de 2013

23 PROVA QUE VALENCIÀ I CATALÀ SON DISTINTS

PRUEBA Nº 23.- CATALUÑA (*) " A SANGRE Y RAPIÑA" CONTRA EL REINO DE VALENCIA


Jaime I, de Aragón y Valencia.


(*) ("Cataluña" en 1238 no existía como tal. Así lo hemos comprobado en anteriores pruebas y argumentos y estaba constituíia por 9 condados de la antigua Marca Hispanica Carolingia feudatarios del rey de Francia, San Luis IX, y del que era señor y conde de Barcelona  Jaime I. Era un territorio fronterizo francés, lindante con Aragón por el sur. En ellos se hablaba el provenzal o lemosín).

LA CONQUISTA DEL REINO DE VALENCIA. LOS CONDADOS “CATALANES” ABANDONAN A JAIME I  POR NO SER  BATALLA “A SANGRE Y RAPIÑA” Y HACE QUE LA CRUZADA DE VALENCIA SEA UNA EMPRESA MAYORITARIAMENTE ARAGONESA.

¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio?

Tal como veíamos en la prueba anterior, es absolutamente falso que la Conquista de Valencia fuera una empresa catalana, pues su titular, el Rey de Aragón y Conde de Barcelona, se las vio y deseó para contar con algunos nobles de los antiguos condados carolingios. La nobleza “catalana” de la Marca Hispánica bajo soberanía francesa tuvo que ser  “convencida” por Jaime I para que se sumaran a la cruzada de conquistar el Reino de Valencia mediante una bula papal por la que percibirían multitud de compensaciones y se les perdonaría sus “pecados de sexo” y “explotación y comercio con musulmanes”.

I.- EL REY CONVOCA CORTES EN MONZÓN PARA CONQUISTAR VALENCIA ( Octubre,1236)
Con esta finalidad, a mediados del año 1236 el rey Jaime I convocó Cortes en Monzón. A estas Cortes asistieron todos los prelados de Aragón y los de la Marca Hispánica (hoy Cataluña), los representantes de la Ordenes militares y regulares, nobles de la Marca y aragoneses, y los representantes de los concejos de Lérida, Tortosa, Zaragoza, Teruel, Daroca, Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. En ellas el rey hablaba, por primera vez, de celebrar una cruzada assumentes crucem”.

El 5 de febrero de 1237, cinco meses después de las Cortes de Monzón, el papa Gregorio IX despachaba bulas para los arzobispos de Tarragona, Narbona, Arlés y Aix y al obispo de Barcelona, en las que concedía la misma indulgencia a los fuesen a la conquista de Valencia que la que recibían los que iban a Jerusalén. A los que habían hecho el voto de ir en peregrinación a Tierra Santa se le conmutaba dicha promesa por la entrega de una limosna para sufragar los gastos de la guerra. “Los incendiarios, azotadores de clérigos y comerciantes con musulmanes recibirían la absolución a condición de permanecer en el ejército hasta que se conquistase la ciudad”. Así lo relata D. Ramón  Menendez Pidal, en su Historia de España Tomo XIII – Capítulo III (edición 1996) .

La bula papal ordenaba al obispo de Barcelona y al procurador del arzobispo de Tarragona que exhortarían a sus fieles a que construyesen “fortificaciones, fosos y trincheras personalmente o a sus costas, ofreciéndoles una indulgencia añadida de treinta y un día más”. Todavía el siguiente 11 de febrero el Papa Gregorio IX escribía a San Raimundo de Peñafort para que convenciese al vizconde de Cardona de que cumpliese sus promesas y fuese a la conquista de Valencia, ofreciendo a cambio la “dispensa del impedimento de parentesco con la mujer con la que se había casado”.

Pero el propio Papa, que era perfectamente conocedor por sus ministros y obispos y por el propio Jaime I del carácter e interés de la nobleza catalana, que prefería una guerra a “sangre y rapiña” que una cruzada religiosa, ya advertía pues había muchos caballeros que –según una bula del mismo pontífice- procuraban impedir la “cruzada”, haciendo coaliciones y sociedades, y se prestaban juramento de mutua ayuda y defensa (bula de 9 de febrero de 1237 al obispo de Huesca).

II.- EL REY CONVOCA A SUS HUESTES EN TERUEL (Abril, 1237)
Advierte Menendez Pidal que, ante la ausencia del espíritu religioso, se podía asegurar que el éxito de la convocatoria de la hueste iba a ser mínimo. Efectivamente, según la Crónica, “solo acudieron a Teruel el 17 de abril de 1237 el caballero de la Marca Hispánica (hoy Cataluña) Guillén de Agulló, los nobles aragoneses Jimeno de Urrea, Pedro Fernández de Azagra (que era al mismo tiempo señor de Albarracín), Artal de Alagón y Pedro Cornel. De las Ordenes militares solo acudieron el maestre del Hospital y el comendador calatravo de Alcañiz, con sus huestes. Los concejos de la Marca Hispánica no acudieron, como tampoco los de Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. En cambio se presentaron los concejos de Daroca, Teruel, Alcañiz y Castellote, llegando más tarde el de Zaragoza”.


El fracaso de la hueste real, motivado por las ligas nobiliarias catalanas contra la “cruzada”  y por la tardanza de la divulgación de las concesiones pontificias, sólo se fue resolviendo parcialmente cuando las promesas y compensaciones reales y papales se fueron conociendo. Solucionadas ambas, el rey inició un viaje de reclutamiento y constatación de con cuantas fuerzas contaba. El siguiente 12 de agosto estaba en Lérida, y –según la Crónica- fue por tierras de Tortosa, Barcelona, Lérida, Huesca y Zaragoza, datos confirmados por la documentación coetánea. Y de nuevo convocó a sus huestes y “cruzados” para el día 4 de abril de 1238 (fiesta de Pascua), en el Puig.

III.- EL PUIG DE ENESA O DE SANTA MARIA
Mientras el rey Jaime I permanecía al norte del Ebro, el rey valenciano Zayyan se enfrentó a las huestes aragonesas que ya estaban fortificados en el Puig, librando la batalla de Enesa el 20 de agosto de 1237.

Desde el castillo de El Puig de Enesa se controlaba el paso norte a la ciudad de Valencia, se podían traer vituallas por mar y se dominaban todas las poblaciones musulmanas o alquerías situadas entre El Puig y Valencia. Bernat Guillen d’Entença, tío de Jaume I y alcaide del castillo tuvo el encargo del rey de comandar toda la tropa cristiana en su ausencia. En este período, la tradición oral afirma que San Pedro Nolasco, cofundador de la orden de la Merced junto a Jaume I, descubrió un retablo de la Virgen de El Puig escondido bajo una campana en el mismo lugar en donde hoy se halla el altar de la iglesia medieval de El Puig. Históricamente afirma la Crónica latina de Jaume I que la Virgen de El Puig infundió un gran valor a la hueste del rey en la tarea de conquistar Valencia. Por ello, fue nombrada y venerada como Patrona de la Ciudad y Reino de Valencia después de la conquista de Jaume I.

Tras la marcha del rey a principios de agosto a intentar reclutar fuerzas de la Marca Hispánica, el rey Zayyan reunió un gran ejército compuesto por unos seiscientos caballeros y unos once mil hombres de infantería dispuesto a enfrentarse a un reducido ejército cristiano de unos 100 caballeros y unos 2000 soldados de infantería. Un preso que escapó de Valencia avisó, la noche anterior a la batalla, a Bernat Guillem d’Entença de los planes del rey musulmán, de modo que el alcaide y sus caballeros pudieron diseñar una estrategia para afrontar tan crucial batalla.

Esta batalla del Puig o de Enesa, que se produjo sobre el 20 de agosto de 1237, fue ganada por el ejército jaimino que comandaba Guillem d’Entença, a pesar de que era mucho menor en número. Una mentalidad como la del hombre medieval necesitó, para poder explicar tan asombroso hecho bélico, de la intervención de San Jorge, patrón de los cruzados que acompañaban a Jaime I.

A principios de enero de 1238, Jaume I se entera de la muerte de Bernat Guillen d’Entença, tío del rey, alcaide del castillo y vencedor de la batalla de El Puig que hizo patente la debilidad del ejército del rey Zayyan y que, por tanto, abriría las puertas a la conquista final de Valencia

Tras enterrar a Bernat Guillem d’Entença en el Puig, el dominico fray Pere de Lleida confiesa a Jaime I que la mayoría de los caballeros quieren abandonar el castillo de El Puig. Ante tal traidora noticia, el rey aragonés decide convocar a todos los caballeros en la iglesia de el Puig de Santa María, donde se ubica el altar actual, y jura ante la Virgen de el Puig que no pasará más allá de Teruel y del río Ulldecona (frontera física actual con Cataluña) hasta que conquiste Valencia.

El juramento ante la Virgen de El Puig, guía y patrona de toda la conquista valenciana desde su descubrimiento, llenó de valor a los caballeros de Jaume I. Por ello, a finales de abril de 1238, el rey decide ir a asediar Valencia. Y, el mismo día de la salida, el monarca junto a la reina, todas las órdenes religiosas, todos los caballeros y soldados, se encomiendan a la virgen de El Puig para que les guíe y proteja en la toma final de la capital del reino, que se materializó con la entrada triunfal el 9 de octubre de 1238.

IV.- CONCLUSIONES.- Valencia, la ciudad, tenía en ese momento, según los estudios de la historiadora Amparo Cabanes Pecourt, 2.985 casas y 18.000 habitantes censados que, unidas las alquerías y rahals (casas de campo árabes) de extramuros serían cerca de 24.000 habitantes que tenía la capital del reino moro de Valencia. Cabanes, que estudió los “llibres dels avehinaments” y “del repartiment” calculó que a final del siglo XIII la ciudad de Valencia llegaba a los 30 mil habitantes frente a 2.000 inmigrantes llegados durante y después de de la conquista.

Si pensamos que de estos 2.000 el 60% eren aragoneses, el 32 % provenían de los condados de la marca hispánica y el 7% de otros territorios peninsulares, llegamos a la cifra de que pobladores de las tierras que hoy conocemos como Cataluña eran 600. Pensar que 600 pobladores consiguieron imponer su lengua a 30.000 personas afincadas en la capital del nuevo reino cristiano es científicamente imposible.

Pero también hay que recordar que de esas 30.000 personas un tercio eran cristianas tenían como lengua propia el “romanç valencià” o lengua valenciana que, por otro lado también era hablada y escrita por los mejores poetas árabes y gran parte de la sociedad islámica. El Dr. Hussein Mones, catedrático de Estudios Hispánicos en la Universidad de El Cairo afirma en su libro “Aldalusia Algarbia and Al Sharky” que al conquistar Jaime I el Reino moro de Valencia se encuentra con una población de 120.000 árabes, 65.000 cristianos mozárabes y con 2.000 judíos.

Así pues, es falsa la teoría catalanista de que en Valencia no existían cristianos que hablaran valenciano y que mantenían su propia cultura y religión cuando Jaime I llega a Valencia en 1238. Con ello, lo que pretende el catalanismo es hacer desaparecer la preexistencia del valenciano o “romaç valencià” antes de la llegada de Jaime I. Según los catalanistas, tras 600 años de dominación musulmana aquí no quedaba ningún cristiano que hablara otra cosa que no fuera árabe y que con la llegada de Jaime I lo hizo también la lengua catalana. Esto es del todo punto falso.

Como y vimos en el “Llibre dels Avehinaments”, la Paleografía, Cabanes Pecourt establece sin lugar a dudas que las concesiones de casas y tierras a los mercenarios de la “Marca Hispánica“ (“catalanes”) fueron prácticamente inexistentes en relación a las otorgadas a otras tropas, tales como aragoneses, navarros e incluso extranjeros. Posteriormente las lecturas que se han efectuado del Libro del Repartimiento no han modificado sustancialmente este porcentaje del 1,2% de catalanes (del total de la población) que permanecieron en Valencia una vez conquistada a los moros.

Para el profesor Peñarroja “la conclusión es clara: el 16,8 % de una minoría repobladora no podía imponer, en tal situación, su dialecto catalán occidental. Y esta tendencia se confirma, de forma coincidente, en las comarcas y po­blaciones más populosas del Reino­, como era Játiva, donde se detecta casi un 60 % de repobladores de habla aragonesa y castellana frente a un insignificante 14 % de habla ca­talana occidental (provenzal). Y como que estas son los únicos datos históricos comprobables, la Filología científica no se puede desentender de ellos. Es decir: hoy por hoy, la teoría que interpreta el valenciano como el producto de una repoblación catala­na no es históricamente demostra­ble. Es una opinión, no un conocimiento científico”.

Tal como demuestran los arabistas Cabanes Pecourt y Ubieto Arteta, al entregar el rey moro Zayyan las llaves de la ciudad de Valencia a Jaime I el 9 de Octubre de 1238, le dijo literalmente, según cuenta la crónica: «En la ciudad de Valencia conviven musulmanes, gente noble de mi pueblo, junto a cristianos y judíos. Espero que sepa gobernarlos para que continúen viviendo en la misma armonía y para que trabajen esta noble tierra conjuntamente. Aquí, durante mi reinado, salían procesiones de Semana Santa y los cristianos profesaban su religión con toda libertad, ya que nuestro Corán reconoce a Cristo y a la Virgen. Espero que usted conceda el mismo trato a los musulmanes de Valencia». Luego es falso lo que dicen los catalanistas que los cristianos, su lengua y cultura fuera exterminada e inexistente.

miércoles, 27 de marzo de 2013

22 BIS PROVA QUE VALENCIÀ I CATALÀ SON DISTINTS

AMIGOS, MIRAD ESTO.


 
bula de Gregorio IX

Buscando la copia documental de la “Bula de Cruzada” otorgada por el Papa Gregorio IX a Jaime I para que persuadiese a los nobles “catalanes” de la Marca Hispánica para que le acompañasen a la Conquista de Valencia, toda vez que estos eran reticentes pues no era batalla a “sangre y rapiña”, me encuentro con una copia de otra Bula del mismo Papa Gregorio IX. Concretamente el 13 de Abril de 1231 la Cancillería del Papa Gregorio IX en la que establece los principales privilegios que darán la independencia jurisdiccional e intelectual a la Universidad de Paris. Precisamente, en la esquina del documento en donde se identifica al Papa que sella la Bula con su escudo de armas que le ha servido como insignia de su papado, aparece el escudo de la casa de Aragón. ¿De Aragón? De la Santa sede primero y de Aragón después. Claro, porque sencillamente Aragón era súbdita de la Santa Sede y de esta había incorporado a su heráldica los colores de Roma.

En todos los escudos tradicionalmente se representan dos llaves (una dorada y otra plateada), estas representan el poder temporal (plateada) y celestial (dorada) inherente al papado, haciendo referencia, al párrafo del evangelio según San Mateo Cap. 16, Vers. 18 - 19: “Tu eres Pedro (piedra) y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella, Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

De los primeros documentos y Bulas que se expedían por el papado colgaban  unas cintas de seda roja con hilos de oro que servía para sujetar el sello del pontífice y que luego se incorporaron sus colores a la heráldica papal como dos barras o palos rojos sobre fondo dorado.

La representación de los colores papales y de la casa de Aragón aparecen en muchas escenas vaticanas.  El canópeo, llamado también umbraculum o pavillón es una suerte de parasol medio abierto que tiene las barras o palos con los colores papales gules (rojo) y oro. 

El canópeo es, también, el timbre heráldico de las basílicas. En canópeo barrado de amarillo y rojo, o oro y gules, es el emblema de la iglesia católica, del colegio cardenalicio, de la Cámara apostólica, de los seminarios e instituciones pontificias y también de la Santa Sede cuando está vacante (representando la tumba de Pedro, protegida por la basílica de San Pedro en Roma). Durante las vacaciones de la Sede romana, el cardenal camarlengo timbra sus armas con un canópeo barrado.

Precisamente fueron los papas que estamos estudiando, Gregorio IX y su antecesor Honorio III, coetáneos a Jaime I, quienes más uso hicieron de dicha heráldica que fue incorporada años antes desde el reinado de Sancho Ramírez (1064 - 1094) quien en 1068 viajó hasta Roma donde se comprometió a hacerse vasallo de Santa Pedro, hecho que finalmente se llevó a cabo de manera oficial en 1089 incorporando los colores papales al emblema de la casa de Aragón.

El nombre de “Señera” o “Senyera” proviene de que dicho emblema, en realidad su nombre apropiado es el de “señal real de Aragón”, equivaldría en la actualidad a decir que era el apellido de la dinastía reinante en Aragón. Los escudos en la Edad Media representaban a una determinada persona o linaje, en este caso a la familia real de Aragón.  En Heráldica este emblema se definiría como un cuartel de oro con dos palos de gules.

El uso de las barras, nombre popular con que se conoce este motivo, se extendió a todos aquellos lugares donde gobernó el monarca de Aragón: Valencia, Mallorca, Condados de la antigua Marca Hispánica (hoy Cataluña), Sicilia, Cerdeña, Córcega, Provenza, Rosellón y Cerdaña, la ciudad francesa de Montpellier, algunas zonas de la actual Grecia, como los antiguos ducados de Atenas y Neopatria, y Nápoles, el último territorio que se incorporó a la Corona de Aragón. Todas estas posesiones estuvieron en un momento u otro de la Edad Media bajo la soberanía del rey de Aragón.

Con menor frecuencia estas barras también han sido llamadas “palos” o “bastones”. Si utilizamos con propiedad el vocabulario heráldico, lo correcto sería emplear el primero de estos dos últimos nombres porque la palabra «barra» se refiere a una banda diagonal que va desde el ángulo superior derecho hasta el inferior izquierdo siempre desde el punto de vista de quien contempla el escudo. De todas formas el arraigo de la expresión barras ha sido tan profundo que se mantiene en la actualidad.

La referencia más antigua a este motivo nos lleva hasta el reinado de Alfonso II (1162 - 1196), cuando tal y como relata la «Crónica de San Juan de la Peña» este monarca “mudó las armas e seynnales de Aragón e prendió bastones”.

Pero hasta los tiempos de Pedro III el Ceremonioso, y concretamente en la época de Jaime I, el uso de las barras o palos de la casa de Aragón varían en su número sin que exista una ordenanza que los regulara. No obstante a ello y dado que las barras o palos papales eran los de 2 rojos sobre tres de oro, sería este el número más usado durante los primeros años de la casa de Aragón hasta que Pedro III, el Ceremonioso, finalmente, cifrara en cuatro los palos de gules sobre 5 de oro, colores que han estado unidos a la casa de Aragón y sus reinos hasta el día de hoy.

Menendez Pidal,  a este respecto, señala que durante todo el reinado de Jaime I de Aragón, el Señal Real contiene dos, tres, cuatro y hasta seis palos, y precisa:“El modo de representar el escudo con los palos es, en esta primera época, muy variable. Aparecen como indistintas las formas del palado y de los palos (número impar de divisiones) y en todos varía el número de piezas. Poco a poco la forma de los palos acaba prefiriéndose a los escudos palados, por reducción de las vacilaciones. Sólo durante el reinado de Pedro el Ceremonioso se impondrá definitivamente la forma de los cuatro palos” Menéndez Pidal de Navascués, Faustino, El escudo de España, 2004, pág. 14.

Sin embargo la leyenda se adueñó del origen de la enseña aragonesa y lo vinculó a un muy difundido bulo que lo relacionaba con la casa condal de Barcelona, totalmente descartada en la actualidad por la crítica histórica.

Los historiadores Martín de Riquer y Menéndez Pidal ]atribuyen al historiador, conocido por sus fabulaciones e inventos,  Pere Antoni Beuter (1490-1555), en su obra Segunda Parte de la Crónica General de España, impresa en Valencia en 1551, la invención de la leyenda muy difundida que atribuye el origen de las barras de gules en campo dorado a un episodio épico de la biografía del conde Wifredo el Velloso, «Guifré el Pilós», fundador de la casa de Barcelona. Según este relato, Wifredo, tras contribuir en combate a una victoria franca sobre los normandos, recibió del emperador franco Luis el Piadoso un escudo amarillo en premio sobre el cual, el mismo rey pintó, con los dedos manchados de sangre de las heridas del conde, los cuatro palos rojos.

Esta leyenda tal cual, carece de fundamento histórico, pues ni el uso heráldico ni el emperador fueron contemporáneos de Wifredo. Martín de Riquer y Faustino Menéndez Pidal de Navascués consideran que Beuter adaptó para su relato una crónica de la Demanda del Santo Grial en la que se describen las armas de los «Córdoba» de Castilla, que empleaban también palos rojos en su escudo. Posteriormente, el emperador de la leyenda fue sustituido por Carlos el Calvo en un intento de hacerla más verosímil cronológicamente.

El heraldista Armand de Fluvià también señala que dicha acción bélica es «pura invención» y que la concesión de armas al conde Wifredo «no resiste ningún análisis histórico dado que la heráldica todavía no existía en el siglo IX», concluyendo que con anterioridad a Beuter «no se halla ningún rastro de esta leyenda en la historiografía catalana».

Destruida por los científicos  la leyenda del supuesto origen “catalán” de la Señera de la casa de Aragón, volvemos al uso de las dos barras rojas sobre campo dorado por Jaime I en la Conquista del reino de Valencia en 1238, exactamente la misma heráldica papal que usaban sus coetáneos papas Honorio III y Gregorio IX autor de la bula con cuya ilustración principal abro este artículo.

Así lo asevera el vexilólogo catalán Luis Domenech (1936) al confirmar que la señera del conquistador era la de dos barras rojas sobre tres amarillas en su libro “Enseñas nacionales de Cataluña” que junto con la iconografía de la época destruyen el mito del denominado “penó de la conquesta” de la Ciudad de Valencia el 9 de octubre de 1238, totalmente inventado por Antonio de Beuter en el siglo XVI que, junto con su también leyenda de las barras de sangre de Wifredo el Velloso, tanto juego ha dado al catalanismo.

El escritor Ricardo Garcia Moya en su libro “Tratado de la Real Senyera” reproduce un testimonio de las “Cantigues de Santa Maria” del 1260 que fueron personalmente supervisadas por Alfonso X el sabio, en el que en uno de los retratos del Rey Jaume I aparece en traje de Corte con el dibujo de las dos barras con los colores papales de aquella época.

Más revelador todavía, tal vez por su actualidad, fue el hallazgo en el mes de agosto de 2009 del escudo real durante las excavaciones que realizó el Ayuntamiento de Valencia en el área del propio Palacio Real. La noticia tuvo gran acogida por su importancia pero hubo quien vio las cosas de otro modo. Cuento en mi libro Palacio Real de Valencia, crónica viva del Regne de Valencia (2011) como el periódico LEVANTE-EMV relataba el hecho de esta manera:Los arqueólogos que trabajan en las excavaciones del Palacio del Real, en el jardín de Viveros, se han topado con una grata sorpresa: el hallazgo de un elemento arquitectónico heráldico en el que aparece el escudo de los reyes de la corona de Aragón, gobernantes que acogió el Palacio en el siglo XI. El símbolo, que reproduce las cuatro barras del antiguo reino y que aparece rodeado de dos animales (uno de ellos un león), podría haber sido hallado en una capilla o sala del palacio.

La manipulación no puede ser más burda. Basta con ver la pieza para concluir de inmediato que el escudo tiene dos barras y no cuatro. El perfil del escudo abriga tres palos de fondo esculpidos sobre los que destacan dos palos que eran los que originariamente eran los dos palos rojos del escudo de los reyes de Aragón. En total 5 y no 9 como manipula la información.

A Pedro el Ceremonioso le debemos los valencianos nuestra querida “Real Senyera Tricolor y Coronada” que en 1377 incorporó la corona real sobre las franja azul y las barras “en les seues Reyals letres que ell signa en sa ma, ço es en lo seu titol on se diu Rey darago de Valentia / en la L que es mijana letra daquets nom Valentia pinta de sa ma una corona”. Con ello, el rey modifica la heráldica, no sólo de la ciudad  que utilizaba dos heráldicas distintas, una, la fortaleza sobre el agua, y otra, los dos palos rojos sobre fondo amarillo que compartían el Papa, el rey, la ciudad y el Reino. La franja azul queda reflejada en pergaminos de la época como los que se conservan en la Biblioteca Nacional  de Paris que, por deseo de Carlos V en el 1368, se crea la “Biblioteque Royal” para la conservación de la heráldica y documentos de la época.


Así que, volviendo al principio me topé con la Bula de la Universidad de Paris de 1231 del Papa Gregorio IX donde aparece el escudo de Aragón de dos barras rojas sobres tres de oro que, como queda acreditado, es el de la heráldica papal de la época del inicio de la reconquista.  


Jaime I, subdito de la Santa Sede que acababa de otorgar bula de "cruzada" para la Conquista de Valencia,  ostentaba, como sus antecesores, la enseña o senyal heráldica basada en su compromiso con Roma. Las senyeras de Aragón y del Papa protagonizarán la reconquista del reino moro de Valencia al que Jaime I tuvo que arrastrar a la nobleza de sus condados de la Marca Hispánica (hoy catalanes), feudatarios del rey de Francia, con ventajosísimas promesas y perdones a sus pecados de sexo y explotación y venta de musulmanes, ya que se negaban a participar en una guerra que no fuera "a sangre y rapiña". Jaime I lo impidió pero tuvo que pedir la ayuda de Roma para ello.

martes, 26 de marzo de 2013

22 PROVA QUE VALENCIÀ I CATALÀ SON DISTINTS

PRUEBA Nº 22.- Los pecados del sexo y de esclavitud en la conquista de Valencia



PRUEBA Nº 22 CONTRA LA MENTIRA DE QUE EL VALENCIANO PROVIENE DEL CATALÁN.

LOS “CATALANES” QUE PARTICIPARON EN LA CONQUISTA DE VALENCIA, FORZADOS POR BULA PAPAL PAPA PARA EXPIAR SUS PECADOS DE SEXO Y COMERCIO CON MUSULMANES

¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio?

 Mis queridos amigos catalanes, que no llegan a asumir que gran parte de los argumentos que aporto como pruebas para desmontar la gran mentira de la conquista “catalana” de Valencia son datos fidedignos con sus correspondientes reseñas, me envían todo tipo de científicos insultos que  no hacen otra cosa que confirmarme que voy por buen camino.

Por buen camino hacia "la millor terra e la pus bella del mon… e no ha vui dejus Deu tan delitós llogar com es la ciutat de Valencia "e tot aquell Regne" le exhortaban a Jaime I, tal como lo veíamos en la prueba número 21, los nobles aragoneses para iniciar la reconquista del Reino moro de Valencia, una aventura a la que el rey no se quiso encomendar sin tener toda la baraja en su mano y sabiendo a ciencia cierta con cuantas fuerzas contaba para una  cruzada de estas dimensiones. Esto lo digo a colación de que muchos creen que Jaime I armó un ejército con cierta facilidad, pero no fue así. Los condados “catalanes” de los que él era Conde y el Rey de Francia el soberano, se resistieron a participar en la conquista sabedores de dos cosas: La primera era, sin duda, la primacía de ser una empresa abrumadoramente aragonesa (cosa que niegan los catalanistas) y la segunda, porque el Rey no buscaba una conquista a rapiña y muerte donde los nobles participantes camparían a su capricho en el  nuevo reino, sino que lo planteó como una verdadera cruzada respetando las instituciones originales de un Reino de Valencia al que quería como feudatario bajo un régimen foral. Como así fue.

Como veíamos en el capítulo anterior, y nos confirmaba  el catedrático de historia y reputado arabista, Leopoldo Peñarroja, en su estudio “Valencia 1238: mito y realidad” , el Reino de Valencia a conquistar tenía perfectamente definido un "perfil histórico propio", un "cristianismo autóctono" que, además de sostener el culto en distintos templos es el único elemento que explica la transmisión de ciertas instituciones propias del derecho valenciano; y  por último, "un habla románica nativa", en competencia con el árabe dialectal valenciano, que era  la lengua valenciana, el “romanç valencià” que se encontrarían los conquistadores como habla popular a su llegada al Reino de  Valencia.

Al plantearse Jaime I respetar estas instituciones en el “repartiment” del Reino de Valencia entre los nobles que les pudieran seguir, ello limitaba y mermaba el poder de los conquistadores que verían limitadas sus ambiciones por un derecho preexistente. Y, como os digo, especialmente los nobles de los condados de la Marca Hispánica fueron reacio a seguir a Jaime I. De hecho, y tal como apunta el Catedrático de Historia, el medievalista Antonio Ubieto Arteta,  “en Las Cortes de Monzón - octubre 1236- para tratar sobre la conquista de Valencia, de los catalanes sólo asisten los concejos de Lérida y Tortosa”. Recordemos que el prestigioso medievalista aragonés ya nos había aportado pruebas anteriores, especialmente en su estudio de los “Orígenes del Reino de Valencia”, donde detalla minuciosamente cuales fueron las composiciones de las tropas que acompañaron al Jaime I en su conquista de las tierras valencianas. Confirma que sólo “un 2%” de las susodichas tropas procedían de la Marca Hispánica, lo que posteriormente se conoció como Cataluña y que para entonces aún no existía la unidad de lo que hoy es Cataluña”. 

Ubieto Arteta achaca también a los nobles “catalanes” de la Marca Hispánica que por entonces seguían bajo soberanía francesa, el que estos carecieran de un auténtico espíritu de “reconquista” habida cuenta de que los condados no lindaban directamente con territorio moro, sino que entre la Marca Hispánica y el Reino Moro de Valencia existía una franja conquistada por Aragón constituida por todas las tierras de del Sur de rio Ebro (*).

Como sostiene el Catedrático  Ubieto Arteta, “las partes integrantes de la "Corona de Aragón" se comprometieron en Las Cortes de Monzón a realizar la "Cruzada" para conquistar el reino musulmán de Valencia. Todos los asistentes se juramentaron para llevarla a la práctica; pero no todos cumplieron su compromiso. De los catalanes sólo cumplieron el 36%, de los aragoneses el 86%, por lo que la conquista valenciana se convirtió en una empresa de la nobleza aragonesa. Tanto es así que D. Jaime I cuando habla de los nobles que le ayudaron relaciona 20 aragoneses y 3 catalanes”.

Con los Concejos ocurrió lo mismo. Votaron la mayor parte de los aragoneses y únicamente Lérida y Tortosa, entre los “catalanes”, pero cuando tuvieron que intervenir, en abril de 1237, sólo Zaragoza, Teruel y Daroca, dieron la cara.

El espíritu de Aragón y Cataluña era muy distinto ya en plena Edad Media. Aragón, como dejamos dicho, se forma a base de dos siglos de luchas y el reino de Valencia era la continuación de una empresa secular. En Cataluña, sin embargo, el espíritu de reconquista era por completo extraño. Difícilmente se encuentran empresas reconquistadoras a la largo de toda la historia catalana.

Carentes los catalanes de este espíritu reconquistador, para convencerlos que acudan a la "Cruzada", Jaime I recurre al Papa Gregorio IX para que extienda unas bulas, por las que el Santo Padre, promete a los nobles catalanes “el perdón, si acuden a liberar Valencia, a todos los incursos en excomunión, que eran muchos: por tener más de una mujer, por haber comerciado con musulmanes... “, lo cual explica la tardía colaboración de barceloneses y tortosinos.

Por ello Ubieto fundamenta la escasa presencia de “catalanes” no sólo en la conquista sino, con posterioridad, en el asentamiento de nuestras tierras en un número que oscilará entre el 4 o el 5 %.
“No hay que olvidar nunca – sostiene Ubieto- que si vienen algunos catalanes y más, muchísimos más, aragoneses, el conjunto apenas influyó en la demografía valenciana, pues la suma de ambos intervinientes en la conquista y repoblación de Valencia en el siglo XIII, no aumentó la población autóctona coetánea un 5% redondeando por arriba”.

Hay un dato que nos aporta Ubieto que resulta especialmente esclarecedor e impactante: “Precisamente, -dice- los núcleos de población sometidos a los Fueros de Aragón, están generalmente en tierras de habla valenciana, tanto en la costa como en el interior; y en el caso de los pocos catalanes pasa precisamente al contrario”. En efecto, resultaría que precisamente donde se produjo el “avehinament” de los pocos “catalanes que participaron en la conquista del Reino de Valencia, en la actualidad se habla castellano, mientras que en los asentamientos Aragoneses se mantiene el habla valenciana vernácula que se encontraron los conquistadores.

Y termino este capítulo o prueba nº 22 con una frase , también literal, de D. Antonio Ubieto que era perfectamente conocedor de la terrible manipulación y mentira que se cernía sobre la historia e identidad de los valencianos y,  pese a su entusiasta aragonesismo, nos advertía en el I Congrès de la Llengua Valenciana con estas palabras: “ Distinguidos amigos: la Historia es muy tozuda y siempre responde, y cuanto más quieran manipularla, mayor será el ridículo que corran, no obstante no hay que confiarse, pues los documentos pueden desaparecer o suplantarse, como ya ha ocurrido en alguna ocasión y no hay que pensar que todos son tan escrupulosos, por emplear una expresión suave, como nosotros”.